Desde hace un buen tiempo se discute acerca de ello, pero hay quienes plantean que es mas relevante la inteligencia emocional, la creatividad u otros aspectos relacionadas al desarrollo del ser que el mismo coeficiente intelectual.
En este artículo se expondrá, por medio de una anécdota real entre un profesor y un estudiante en la Universidad de Manchester a principios dle siglo XX; la importancia del ser creativos ante un mismo evento.
Ambos personajes relevantes en la historia de la humanidad por sus grandes aportes para el campo de la química y la física.
"APRENDIENDO A PENSAR DE MANERA CREATIVA"
"Sir Ernest
Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y premio Nobel de Química,
en cierta ocasión, recibió la llamada de un colega que estaba a punto de
ponerle cero a un estudiante debido a la respuesta que había dado al resolver
un problema de física, a pesar de que admitía que su respuesta era correcta.
La pregunta del examen era:
“Demuestre cómo es posible
determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro”.
El barómetro es un instrumento
parecido al termómetro, utilizado para medir la presión atmosférica. La teoría
dice, simplemente, que la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos
lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares.
De manera que la respuesta obvia para contestar la respuesta del examen era
medir la presión en el primer piso del edificio y luego medirla en la azotea,
para así determinar la altura del edificio.
Sin embargo, el estudiante había
respondido:
“Llevo el barómetro a la azoteo y
le ato una cuerda muy larga. Lo descuelgo hasta la base del edificio, marco y
mido. La longitud de la cuerda es igual a la altura del edificio”.
Realmente, el estudiante había
planteado un serio problema al resolver el ejercicio, porque había respondido a
la pregunta correcta y completamente. No obstante, esta respuesta no demostraba
su dominio de los conceptos teóricos que el maestro quería evaluar. Sir Ernest
Rutherford sugirió que se le diera al alumno otra oportunidad. Se le
concedieron seis minutos para que respondiera la misma pregunta, pero esta vez
con la advertencia de que, en la respuesta, debía demostrar sus conocimientos
de física.
Rutherford relata: “Habían pasado
cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si no sabía la
respuesta, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su
dificultad era elegir la mejor de todas”.
En el minuto que le quedaba
escribió la siguiente respuesta:
“Tomo el barómetro y lo lanzo al
suelo desde la azotea del edificio, calculo el tiempo de caída (t) con un
cronómetro. Después utilizo el tiempo de caída y la constante de aceleración
para calcular la altura del edificio”.
El maestro no tuvo otra opción
que darle la nota más alta a pesar de que esta respuesta tampoco ilustraba la
teoría en cuestión. Al salir de la clase, Rutherford le preguntó al joven qué
otras respuestas tenía. –Bueno- respondió- hay muchas maneras, por ejemplo,
tomas el barómetro en un día soleado, mides su altura y la longitud de su
sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y
aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.
También puedes tomar el barómetro
y marcar en la pared su altura una y otra y otra vez hasta que llegues a la
azotea. Al final multiplicas la altura del barómetro por el número de marcas
que hiciste y ya tienes la altura del edificio.
Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.
Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.
En fin –concluyó- existen muchas
formas más de hacerlo. Probablemente, la mejor sea tomar el barómetro y golpear
con esté la puerta de la casa del portero del edificio y cuando abra, decirle:
“Señor portero, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de
este edificio, se lo regalo.”
En este momento de la conversación,
cuenta Rutherford, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al
problema, que consistía en medir la presión atmosférica en el punto más bajo
del edificio, luego en el más alto, y calcular su altura de esta manera.
Evidentemente, el estudiante
afirmó que la conocía pero que, durante sus estudios, sus profesores habían
querido enseñarle a pensar creativamente y eso era lo que él quería hacer.
El estudiante se llamaba Niels
Bohr, quien no sólo llegó a convertirse en físico, sino que obtuvo el premio
Nobel de Física en 1922 y es más conocido por que fue el primero que propuso un
modelo atómico compuesto por un núcleo con protones y neutrones, y los
electrones que lo rodean. Además, fue uno de los pioneros de la teoría
cuántica. Aprender a pensar creativamente y entender que puede haber cientos de
soluciones para un mismo problema es un gran muestra de un desarrollo de nivel
de inteligencia."
Tomado de:
Cruz, Dr. Camilo. “Los
genios no nacen… ¡Se hacen!”. 3ª Edición. Editorial Taller del Éxito, Colombia,
2005. Pp. 77-80.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.